Cordes-sur-Ciel,
pueblo medieval francés de Midi-Pyrénées, es una maravilla visual
de lejos y de cerca. Nuestra gran amiga Lupe nos ha llevado, al menos
dos veces, a visitarlo, una vez a pleno sol en verano y otra vez en
otoño. Sus calles son escarpadas, pinas, físicamente cuesta
recorrerlo. Hay que esforzarse para caminar por él pero sus calles
están plagadas de talleres de artesanos y pintores. Vuelves con
ganas de pintarlo y mediante la pintura tenerlo cerca para disfrutar
de su luz, de sus colores, de sus edificios y sus calles. Me falta,
sin duda, la capacidad de comunicarme mejor con sus gentes.
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