El paisaje que un hombre ve, ojos afuera, acostumbra a ser
el reflejo de lo que esconde, ojos adentro.
ALBERT SÁNCHEZ PIÑOL
Inevitablemente cuando pintas un paisaje, un bodegón o un retrato y quedas insatisfecho no pasa mucho tiempo sin que vuelvas a enfrentarte con el mismo asunto. Eso me ha pasado ya varias veces: el puente de Fortanete o las lavandas de Aurel en la Provenza. En este blog ya comenté la primera versión del paisaje y el porqué de mi falta de satisfacción con el resultado en la entrada nº 26 del 28 de mayo titulada Pifia de lavanda. Prometía que volvería sobre ella así que sólo ha sido cumplir con lo dicho.
Abajo el resultado de la segunda vez que acometía la representación de un paisaje que me gusta muchísimo: La Provenza. La luz de la tarde se hace débil y devuelve a los colores su intensidad por eso prefiero, si puedo elegir, fotografiar o pintar con la luz de la tarde.
No estoy descontento del resultado.
Decía mi admirado Wallace Stevens, Adagia 234: The more intensely one feels something that one likes the more one is willing for it to be what it is. Que nosotros anuestraríamos por "Cuando más intensamente siente uno algo que le gusta más quiere que sea lo que es."
Campo de Lavanda, tarde de verano, Aurel (Provenza). Segunda Versión. Acuarela de 55x76 cms |
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